El uso eficiente de los recursos es un problema que cobra cada vez mayor relevancia. El Acuerdo de París y el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2º C ha dirigido la atención a esta problemática en los últimos años. Alcanzar este objetivo pasa por reducir de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero y por la descarbonización de las cadenas de valor. En consecuencia, las empresas se enfrentan ahora al reto de asegurar y utilizar fuentes de energía eficientes en términos de costes y que sean sostenibles al mismo tiempo. Un objetivo para el que la gestión energética activa desempeña un papel fundamental.
La norma internacional para los sistemas de gestión energética, la ISO 50001, es una norma de certificación reconocida en todo el mundo para la introducción y mantenimiento de sistemas de gestión energética. El objetivo de un sistema de gestión energética consiste en optimizar en todo momento el desempeño energético de una empresa. Esto se consigue gracias a procesos y sistemas de medición, supervisión y control. Las medidas que se derivan de dichas acciones ayudan a las empresas a introducir mejoras específicas en relación con el desempeño energético. Para facilitar esta tarea, la dirección de la empresa debe facilitar los recursos necesarios, definir responsabilidades y documentar los procesos de manera adecuada. De este modo se garantiza una perspectiva a largo plazo en el seno de las compañías con respecto de las cuestiones energéticas y los requisitos legales relacionados. También les permite fomentar la motivación entre sus empleados y reducir sus costes operativos.
El objetivo de cualquier sistema de gestión es mejorar de manera sistemática y continua una organización a través de un control operativo transparente. Esto se consigue principalmente generando motivación entre la dirección y los empleados. La dirección y los empleados deben desarrollar procesos regulados, establecer estructuras de comunicación adecuadas y nombrar responsables para los requisitos legales con objeto de garantizar el cumplimiento normativo. Como resultado, las empresas reducen sus costes energéticos y, al mismo tiempo, ahorran tiempo y, en determinados casos, evitan los costes de los posibles incumplimientos normativos. La experiencia ha demostrado que la principal motivación tras la decisión de adoptar un sistema de gestión energética (SGE) viene determinada por varios factores:
- Cumplir con los requisitos legales y las obligaciones de auditoría
- Aprovechar las opciones de reducciones fiscales
- Reducir los costes energéticos
Un sistema de gestión energética activo requiere tiempo, recursos humanos y financieros suficientes para desarrollar todo su potencial. Una vez implantados los procedimientos y procesos, se limitan bastante el esfuerzo y el gasto que suponen el seguimiento y la actualización del sistema de gestión energética y su documentación. La mayoría de las empresas se preguntan cuánto costará la introducción y el funcionamiento de un sistema de este tipo y qué beneficios aportará. Una pregunta especialmente útil en el caso de que la introducción y el funcionamiento se deban a una decisión basada exclusivamente en los costes. Este suele ser el caso de las empresas que hacen un uso intensivo de la energía.
Por el contrario, las empresas que no hacen un uso intensivo de la energía suelen decidir introducir un SGE porque se lo exigen los clientes o tras una decisión estratégica tomada por la dirección de la empresa o grupo empresarial.
La magnitud de los costes y los beneficios depende de varios factores, como el número y el tipo de USEs, el tamaño de la empresa, sus actividades y el compromiso y los conocimientos de los empleados.
Por lo tanto, la introducción y el funcionamiento de un sistema de gestión de la energía conforme a la norma ISO 50001 puede ser el primer paso de las empresas hacia la protección del clima y la sostenibilidad. Pueden conseguirlo sobre todo aumentando su eficiencia energética, sustituyendo los combustibles fósiles y, en algunos casos, cambiando su patrón de consumo predominante.
Al cabo de un tiempo, muchas empresas llegan a un punto en el que han conseguido ganancias rápidas y parece que otras medidas no son rentables. Llegados a este punto, merece la pena empezar a optimizar la cadena de valor más allá de los límites de la propia empresa, así como los aspectos ambientales no relacionados con la energía. Este enfoque más amplio es el ámbito que podrían abordar los sistemas de gestión medioambiental de acuerdo con la norma ISO 14001 o el EMAS. Se podría dar un paso más comprometiéndose con la sostenibilidad en un contexto comercial. Un tema asociado es la responsabilidad social corporativa (RSC), que se basa en un negocio sostenible con respecto de los aspectos económicos, ambientales y sociales.
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